hay

hay oidos que quieren escuchar las dulces mentiras de la conveniencia
hay bocas que prefieren conversar silencios vegetales
hay ojos que no pueden buscar por estar llenos de arena
prejuicios salados molidos por el mar
hay manos dispuestas a pegarle al concreto de las probabilidades
derrumbar los muros que organizan la anarquia rutinaria del destino
hay sombras escondidas en los sauces del conocimiento
esperando sin mover un músculo
las palabras adecuadas para convertirse en miedo
hay estrellas brillantes que desean caer
sentir la dulce caricia de una lágrima

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